Si, así de cruda es la verdad. Aunque tan sólo unos pocos lo comenten de forma abierta, y consigan hacernos reír con alguna anécdota, o alguna historia graciosa, que en cierto modo pone en evidencia a esa persona.
Alguien podría contar la historia de su primer viaje en tren, extrañado de ver al resto de personas veía una película sin sonido, sin saber que para escuchar la televisión había que utilizar unos auriculares, hasta que por fin descubrió que alguien los repartía, y preguntó dónde y cómo se conectaban.
¿Acaso tiene que ser malo ser «muy de pueblo»?
Ayer, tuve la suerte de charlar con una de esas personas que siempre ha vivido en el campo, y que ha salido de su pueblecito en contadas ocasiones.
Es una de esas personas que está acostumbrada a esforzarse para conseguir sus objetivos, con el rostro curtido por las muchas horas pasadas a la intemperie, sufriendo las inclemencias del tiempo.
Es una de esas personas aparentemente reservadas con los extraños, pero muy extrovertidas y hospitalarias a poco que uno se les acerque. De las que están acostumbradas a ayudarse unos a otros, y se movilizan en cuanto tienen conocimiento que alguien de su comunidad necesita ayuda o auxilio.
Es de las personas que, incluso aunque parezca un caso perdido, están dispuestos a ir en busca de un vecino desaparecido, sin tener en cuenta las horas ni los kilómetros andados, y cuando por fin aparece, acude para interesarse por su estado y verlo con sus propios ojos, aprovechando cualquier momento para expresar su alegría por el feliz final.
Es una de esas personas que no teme parecer simple, porque es consciente que quizás lo sea. No teme parecer un cateto cuando se enfrenta al mundo de su entorno habitual, aunque alguien pudiera reírse a su costa, porque es el primero en tomarse a risa esas situaciones.
Como decía, entre caminata y caminata paramos un momento a charlar, y tuve la gran fortuna de escuchar la historia del tren, mientras esta persona reía a carcajadas contando su propia experiencia.
Yo también fui, soy y seré un cateto.
Ayer, al escuchar la historia, recordé que hace ya más de veinte años yo también monté una primera vez en tren, y realicé el viaje casi entero sin saber porqué la televisión no tenía sonido, hasta que a pocos kilómetros de mi destino descubrí por casualidad los conectores para auriculares.
Pocos días después monté en tren por segunda vez que, y llevé mis propios auriculares para poder escuchar la película. Sin embargo, en esa ocasión descubrí que había una persona que los repartía, aunque no llegué a saber si había que pagar por ellos.
No paso mucho tiempo hasta que hice mi tercer viaje en tren, y decidido me acerqué a pedir unos auriculares, descubriendo que no era necesario llevar los míos propios, ya que los auriculares proporcionados entraban en el precio del billete, por decirlo de alguna manera.
Para mí lo importante era que cada viaje había sido como una nueva aventura, y que había conseguido mi objetivo. Por fin tenía mis ansiados auriculares.
Es decir, que yo también soy un «cateto», o como poco lo fui, y estoy seguro que es cuestión de tiempo que lo vuelva a ser.
A veces avanzar implica parecer cateto.
Vale, lo del tren fue algo muy torpe por mi parte, pero seguro que cualquiera de los que leéis esto tenéis alguna historia en la que, de una u otra manera, quedasteis en evidencia mostrando vuestro lado más campestre. Estoy seguro 100 %, incluso aunque seas de Madrid.
Antes o después, todos nos enfrentamos a una situación hasta ese momento desconocida, y lo más probable es que, otras personas habituadas a ello, nos vean como un «cateto» que acaba de aterrizar en la gran ciudad.
Lo fácil es no arriesgarnos, y hacer lo que tenemos más que controlado un día tras otro, pero si andamos ese camino muy probablemente jamás vivamos nuevas experiencias. Tampoco seremos conscientes de lo poco que sabemos, o de lo que hay fuera de nuestro entorno.
Así que no hay motivos para sentirse mal en los momentos en que parecemos un poco paletos, la verdad es que en esos momentos todo es nuevo y maravilloso.
Realmente, quien siente que se está comportando como un cateto, es porque está haciendo algo tan simple como salir de su zona de confort. Eso que algunas personas, que se dedican a hacer crecer a otros, recomiendan que se haga de vez en cuando sin miedos ni complejos.
Por eso, siempre que puedo, trato de disfrutar de esos momentos en los que me puedo sentir como un cateto.
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