En bastantes ocasiones se tiende a confundir la lealtad con la fe ciega en algo, o alguien. Sin embargo, para desarrollar una lealtad sólida y duradera, lo correcto es ser críticos con aquellos a los que seguimos.
Evidentemente el líder debe ser leal a sus subordinados, dándoles su apoyo cuando estos lo necesiten, o tirando del carro en momentos de dificultad. Si este líder hace un uso correcto del poder que obtiene de su posición, ejerciendo un liderazgo de servicio, terminará obteniendo la lealtad de sus seguidores.
Sin embargo, parece que para algunas personas la lealtad está reñida con la crítica constructiva, con mostrar nuestro desacuerdo sobre alguna cuestión concreta, o con exponer los problemas que observamos en algún planteamiento de nuestro jefe, de forma razonada por supuesto.
Lealtad mal entendida.
Seguro que en alguna ocasión te han hablado, o has oído hablar, de compañerismo mal entendido, en el sentido alguien que se ampara en el corporativismo entre los que tienen un mismo nivel jerárquico, o el sentimiento de pertenencia a un grupo, para evitar denunciar conductas que deberían ser corregidas.
La lealtad mal entendida viene a ser algo muy parecido, y viene a hacerse patente en el momento en que anteponemos nuestra hipotética lealtad, al hecho de explicar a esa persona a la que somos leales, que algo no se puede hacer, que puede estar equivocando al tomar una determinada decisión, o tener una perspectiva muy parcial.
Si realmente eres leal, ¿no crees que esa persona merece saber lo que está ocurriendo, por duro que pueda ser para ti o para él? Desarrollar una lealtad real y duradera, requiere de honestidad con uno mismo, y con la otra persona.
Por qué ser críticos.
La honestidad, y en consecuencia la posible crítica, en la lealtad tiene doble dirección en cuanto quien se es leal a quien, el seguidor al líder y viceversa, y doble sentido, ya que tanto el seguidor como el líder han de ser capaces de encajar las críticas que le haga el otro.
La lealtad, como cualquier otro sentimiento, puede tener sus altibajos. Por ello, es necesario que cuides muy mucho la lealtad que te profesan, así como la tú que profesas a quien consideras meritorio de ella. No creo que te sorprendas si te digo que callar, cuando creemos que alguien debería hablar con esa persona a la que somos leales, no es lo mejor que podemos hacer.
Por supuesto que estamos hablando sobre la crítica constructiva, no con el objetivo de socavar la autoridad, o la autoestima de la persona criticada, y que sale desde la creencia sincera de que algo se puede hacer mejor.
Lealtad al líder.
Es lo que usualmente espera todo líder que se precie, conseguir que sus seguidores le sean leales, y que en momentos de dificultad, cuando sea necesario hacer un esfuerzo adicional se mantengan a su lado.
Mantener la cohesión, y el orgullo de pertenencia al grupo, en momentos de bonanza es relativamente fácil. Lo que realmente va a diferenciar a un buen líder de uno excepcional, es el hecho de que, en los momentos de dificultad, su personal se muestre aun más decidido si cabe a conseguir los objetivos, y estén siempre dispuestos a mantenerse al lado de quien consideran su líder.
Fomentando la crítica.
El líder debería fomentar la crítica interna, una crítica positiva en la que debe incluirse el mismo, ya que en caso contrario el grupo podría caer en la autocomplacencia y la adulación mutua.
Personalmente prefiero trabajar con personas que estén dispuestas a darme su opinión, en todos los aspectos que consideren de interés para el proyecto que estemos llevando a cabo.
De hecho, tras situaciones de gran trascendencia, o de importancia para mi Unidad, me reúno con las personas que forman mi círculo de mayor confianza, y les pido que me digan sin tapujos lo que creen que podía haber hecho mejor.
No considero leal a quien dice lo que uno quiere oír, o simplemente no expone sus reservas ante algo que considera incorrecto. Aunque claro, esta sólo es mi opinión.
Lealtad a los seguidores.
El líder también debe ser leal a sus seguidores. Tus seguidores deben saber que una de tus prioridades es alcanzar los objetivos marcados, pero también que te importan sus necesidades y expectativas, y deben importarte de forma sincera.
Tus seguidores esperan que seas su líder, que tomes decisiones y los dirijas. El mostrarte complaciente y adulador con ellos no les hace ningún favor, y ellos lo saben. No estarías siendo honesto, ni leal, si rehúyes tus responsabilidades.
Ser un líder exigente no tiene porque restar.
Puede sorprender el hecho de que nuestros subordinados esperen que su líder tome decisiones, y entiendan que en ocasiones estas decisiones entren en conflicto con sus intereses, aunque no lo reconozcan abiertamente.
Conozco casos de jefes que no desean enfrentamientos o situaciones incomodas con su personal, esto es un error.
En ocasiones será necesario que les indiques que han hecho algo de forma incorrecta, y esperan que se les ayudes a mejorar en su trabajo, que les proporciones orientación y apoyo, y aunque a alguien le cueste creerlo, esperan que se sancione al jeta y al sinvergüenza, necesitan un líder.
Además, tu misión como líder es conseguir que, cada una de las personas que forman tu equipo dé el 100 % de lo que tienen dentro, y por supuesto, para obtener resultados.
La próxima vez que alguien se acerque a ti, para decirte que cree que algo es mejorable, en vez de adularte, valora que quizás está siendo realmente leal.
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