Tus propias expectativas, así como tus prejuicios sobre el mundo, pueden alterar voluntaria o involuntariamente tu percepción del mundo. A eso se le llama conflicto de intereses.
En esta ocasión te traigo un vídeo de Dan Ariely, psicólogo y profesor en la Universidad de Duke, en el que nos habla un poco sobre los conflictos de intereses a través de dos historias personales, y de cómo nuestros propias expectativas pueden alterar, voluntaria o involuntariamente, nuestra percepción de lo que nos rodea.
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Conflicto de intereses, o anomalía.
Es relativamente habitual que, cuando nos disponemos a analizar los datos obtenidos en un experimento, encontremos lo que creemos que son anomalías estadísticas.
Son números que no cuadran incluso después de revisarlo todo, y que nos inducen a pensar que hemos cometido un error. Ante esto sólo somos capaces de pensar dos posibles soluciones, o repetimos la prueba con la esperanza de que la nueva medición arroje los resultados deseados, o apartamos ese valor de la muestra ya que es una anomalía.
En ciertos aspectos es bastante similar a lo que se suele hacer cuando alguien se encuentra con una persona diferente al resto, por los motivos que sea. Se intenta que se transforme en algo no demasiado distinto del resto del grupo, en caso contrario surge la pregunta de por qué no quiere ser como todos los demás y se la margina, como mínimo nos cuesta entender su opción.
Claro que también es posible que no sea una anomalía y en realidad, lo que tenemos frente a nosotros, sea un conflicto de intereses.
Todo depende del cristal con que se mire.
Siguiendo con lo anterior, ¿qué ocurre si esa anomalía estadística refuerza nuestros planteamientos?
La mayor parte de las ocasiones ni siquiera reparamos en ello, y hasta cierto punto es lógico. Los datos concuerdan y no se nos ocurre pensar siquiera que haya que revisarlos, y aun en el caso de que los revisemos y nos percatemos, la lectura que sacaríamos es que los resultados obtenidos serían concluyentes y definitivos. Probablemente no dejásemos lugar a la crítica.
Algo parecido ocurre con las personas. Estoy seguro que conoces a alguien que da un trato distinto a dos personas, aunque prácticamente obtengan los mismos resultados, o cometan los mismos errores. Esa persona está siendo parcial.
Lo mismo ocurre cuando hay que elegir entre varias opciones posibles. Sí, son todas más o menos aceptables, pero la que quizás sea menos rentable para la mayoría otorga cierto beneficio a quien toma la decisión final, ¿Cuál crees que escogerá?
Se sincero contigo mismo.
Puede que esta sea la parte más difícil y que precisa de humildad, y es que es duro reconocer que tú también eres imparcial en bastantes ocasiones. Realmente esperabas que te dijera que tú eras diferente?
La verdad es que, de forma similar a cuando terminamos un experimento, si te dejas llevar por tus propios prejuicios o tienes un conflicto de intereses, no te vas a percatar de ello.
Considerarás que estás haciendo lo correcto, sin entender como otras personas no están de acuerdo contigo, o incluso puede que te descubras a ti mismo tratando de justificar la decisión que tomaste, amparándote en la posibilidad de alcanzar los objetivos, y la meta deseada.
Aunque no siempre tiene porque ser así, también puede que la decisión adoptada sea la mejor, proporcionando valor al grupo y también para ti.
En cualquier caso, lo mejor es que cuando tomes una decisión o des un consejo seas sincero contigo mismo, y puedas responderte si…
… estás seguro de haberlo hecho de forma total y completamente objetiva, o eres consciente de haber errado, y tratarás de buscar la manera de poner remedio y enmendar ese desliz.
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