En ocasiones somos educada y políticamente correctos aunque nuestras palabras vayan cargadas de veneno. Otras personas puede que sean menos cultas y correctas, pero en tratan de entender la postura de la otra parte, poniéndose en su lugar. Estas personas tienen una buena educación emocional.
Lo primero que me gustaría hacer es pedir disculpas, ya que debido a diversas problemas personales y laborales (nada grave), no he tenido tiempo de sentarme a escribir para publicar algo, durante este último mes.
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Importancia de la educación emocional.
Continuando con el artículo, hoy te traigo este vídeo de Sally Kohn, una columnista, comentarista y activista política, en el que explica que no sólo hay que ser políticamente correctos, si no que es casi más importante ser emocionalmente correctos.
La impresión de Sally es que durante mucho tiempo nos hemos dedicado a ser políticamente correctos, pero quizás hemos dado poca importancia y descuidado el plano emocional de la comunicación, cuando no debería ser así.
Le damos mucha importancia a la forma, al cómo se dicen las cosas, más que al fondo de la conversación, y nos ofendemos cuando alguien hace o dice algo políticamente incorrecto.
Sin embargo quien se ofende lo hace porque cae en sus propios prejuicios, ya que la persona que tiene enfrente quizás no está empleando esas palabras con ánimo de ofender, sino porque no sabe como decirlo de otra manera, o no cree que esté diciendo nada malo.
Remóntate a ese momento en que mantuvieses una conversación con esa persona entrañable, a la que podías confesar casi cualquier cosa sin miedo a ser juzgado. Tu abuela.
Tus abuelos eran emocionalmente correctos.
Estoy seguro que en alguna ocasión habrás conocido a una de esas personas que poseen la sabiduría que otorga la edad, y la vida sencilla y humilde. Todo ello aunque no tuvieran la oportunidad de obtener una buena educación, o ni siquiera pudieran ir a la escuela.
Muchas de estas personas suelen ser ancianos, y sorprende que no suelan caer en los prejuicios que preocupan a personas mucho más jóvenes, si bien es cierto que hay ocasiones en que no utilizan un lenguaje políticamente correcto, y en ocasiones hay quien puede sentirse ofendido.
Aun así, me sigue maravillando la coletilla que las personas mayores ponen al final de toda conversación, en la que alguien más joven confiesa un problema o una circunstancia particular, «Si tu eres feliz…» dejando patente que eso es lo importante.
Miedo, comprensión y desacuerdo.
De todo esto debemos y podemos sacar una conclusión, y es que es posible mantener posturas totalmente contrarias, en cuando a la forma de ver el mundo, pero entender y respetar la postura del contrario.
En la mayoría de las ocasiones, cuando las personas ofrecen muestras de odio o incomprensión hacia un colectivo, lo hacen por miedo a lo desconocido, por miedo a la incertidumbre que genera el cambio.
Todas las personas tenemos dos opciones llegados a este punto, unirnos a quienes tienen miedo, o sentarnos a hablar de lo que nos separa para tratar de comprender.
Eso no significa que debamos estar de acuerdo con esa nueva forma de vida, o esa corriente de pensamiento, si no que hemos sido capaces de escuchar, de ponernos en su lugar y de entender las razones que mueven a esas personas.
Ser emocionalmente correctos ayudará a mantener conversaciones auténticas sobre lo que separa. No para ganar, sino para entender y acercar posturas.
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