Ser el mejor en nuestro trabajo, o en cualquier otra actividad, puede ser uno de los objetivos que nos planteemos en la vida.
En ocasiones aspiramos a alcanzar la perfección en aquello que hacemos, aunque nos cueste muchísimo tiempo y esfuerzo, en detrimento de otras actividades o proyectos.
Sin embargo, no en pocas ocasiones, ser el mejor no es compatible con la búsqueda de la perfección, ya que esa búsqueda eterna de la perfección nos puede costar un precio muy alto.
Es más, gracias a que alguien cometió un error, se descubrieron cosas como la penicilina, el edulcorante, e incluso las patatas chip. Supongo que ninguno de nosotros encontraría sentido a vivir en un mundo sin patatas chip.
Vamos a ver algunos casos por los que perseguir la perfección en todo lo que hacemos puede llegar a estar contraindicado.
Inacción en busca de la perfección.
Una frase de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, resume perfectamente esto, creo que todos entendemos lo que quiere decir.
Mark Zuckerberg
En muchas ocasiones nos perdemos buscando la mejor manera de hacer algo, y el proceso de planeamiento y la consiguiente toma de decisión se terminan perdiendo en el inicio de los tiempos, por miedo a que el resultado no sea perfecto.
No significa que no debamos planificar con antelación las acciones que vayamos a ejecutar, o que dejemos de hacer un estudio de los resultados esperados.
Personalmente, soy de la opinión de que en un mundo imperfecto es imposible que exista la perfección. Hemos de hacer las cosas lo mejor posible, e ir aprendiendo de los fracasos y los posibles errores para mejorar, pero hemos de hacer.
Las imperfecciones nos hacen únicos.
Si todos fuésemos iguales el mundo sería muy aburrido, ¿no crees? Todos vestiríamos las mismas ropas, cocinaríamos las mismas comidas, tendríamos las mismas ideas. Realmente el mundo sería muy distinto.
Las imperfecciones nos identifican, y nos hacen más accesibles a los demás, ya que en la mayoría de las ocasiones esas mismas imperfecciones son las que nos hacen más «queribles».
Por ejemplo, lo normal es que en nuestro equipo tengamos personas diferentes pero que se complementen, que destaquen en tareas de administración o burocracia, en el trabajo de campo, figuras informáticos, etc. No puede faltar al que podemos utilizar en cualquier cosa, aunque nunca llegue a ser experto en nada.
De hecho, estas “imperfecciones” son las que nos han ayudado a adaptarnos a una enorme diversidad de situaciones, ya que esa imperfección en otras circunstancias, se puede convertir en una ventaja significativa que nos ayude a alcanzar el éxito.
La imperfección nos hace más eficientes.
Hace año y medio, leí este artículo en otro Blog que seguía con habitualidad, en el se explica cómo nuestro cerebro evolucionó para resolver problemas en un mundo lleno de incertidumbres, actuando como un ordenador que calcula probabilidades.
Esto nos ayuda a resolver problemas complejos en pocos segundos, como por ejemplo determinar la trayectoria más probable de una pelota que se dirige hacia ti.
Aunque a veces podamos cometer algún error de cálculo y no consigamos interceptarla, la verdad es que en la mayoría de las ocasiones acertaremos con la trayectoria.
Otra cosa a tener en cuenta es que con el tiempo, a partir de las distintas experiencias vividas, de lo que hayamos visto u oído, etc., se va depurando el proceso, y con ello se aumentan las posibilidades de éxito.
En esto se encierra un peligro, y es que si somos personas con muchos prejuicios y escasas experiencias vitales, nos veremos condicionados a nuestra estrechez de miras. De ahí la importancia de vivir cuantas más experiencias y más variadas mejor, viajando por ejemplo.
Eres de los que piensa que hay que buscar la perfección al hacer las cosas, o por el contrario crees que cada uno de nosotros poseemos el don de la imperfección.
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